Hace unos días, bajaba yo andando a las 8 de la mañana por la calle Alcalá camino del trabajo, cuando vi de lejos, avanzando hacia mí, a una pareja haciendo running al mismo paso, que llamó mi atención porque corrían cogidos del brazo. Parecían madre e hijo, ella en torno a los 50 y él en torno a los 25. Cuando pasaron a mi lado vi algo que no había sido capaz ni de intuir en un principio: ella era ciega.
La escena me conmovió. Por lo compenetradísimos que se veían y por el ejemplo que nos iban dando a todos los que en ese momento andábamos deprisa camino a nuestras oficinas, con cara de pocos amigos y aún contrariados por no haber podido dormir una horita más. Toda una lección sobre cómo enfrentar los desafíos que la vida tantas veces nos pone por delante. Verdaderamente, querer es poder.
Muchos de nosotros nos pasamos la vida posponiendo lo que de verdad importa. Nos inventamos mil y una excusas para justificarnos ante los demás y, sobre todo, para justificarnos ante nosotros mismos. Y nos recordamos lo muchísimo que tenemos que estudiar, lo muchísimo que tenemos que trabajar o nuestras muchísimas obligaciones familiares.
Pero con frecuencia ocurre que, siendo todo eso verdad, lo cierto es que sí que conseguimos liberar tiempo para viajar, para divertirnos, para salir con los amigos, para ir de compras, para hacer deporte, para leer o para dedicarlo a nuestros hobbies.
¿No será acaso que aquello para lo que no conseguimos sacar tiempo no nos importa demasiado?, ¿no será falta de interés por nuestra parte?, ¿no será acaso que eso que no nos ponemos a hacer está lejos de nuestras prioridades?
Cuando algo de verdad nos interesa no solo conseguimos liberar tiempo. No. También somos tremendamente creativos y tremendamente perseverantes: ¡anda que no han tenido que tropezarse veces esa madre y ese hijo antes de aprender a hacer running como si de una sola persona se tratase! Querer es poder.
Quizás sea este un buen momento para enfrentarnos al espejo y preguntarnos cuáles de las cosas que de verdad importan tenemos desatendidas y qué vamos a hacer para que realmente formen parte -y parte importante- de nuestra vida y de nuestras prioridades.
Y que no dejemos para más adelante -ese «más adelante» que nunca termina de llegar porque nunca es buen momento- el volver nuestra vida a los demás. No es fácil aprender a renunciar a ese «primero yo, luego yo y después yo» que nos acompaña desde que tenemos uso de razón a muchos de nosotros. Pero hay que ponerse en camino. Y una vez en el camino hay que ir soltando lastre para poder continuar avanzando.
La imagen es de lloorraa en pixabay